quinta-feira, 14 de outubro de 2010

Intromisiones sin fin

No quería bien escribir en este blog, pero esto es el único lugar en el cual sigo escribiendo en español (mi lengua materna - jajajaja). Así, les quiero contar que estoy contenta por haber un regalito del Día del Maestro. Algo simple, pero que me tocó... las acciones son más importantes en estos momentos. Saber que alguien se importa conmigo, que se acordó de mí me hace bien.

Entonces... estoy feliz.

Pero no fue para eso que llegué en este blog. Quiero darle vida... porque casi muere, pues su dueño ya no le mira... sólo quiere saber del tal "meme de octubre". Bueno, entonces voy a aprovechar la fecha conmemorativa de mañana para contar un poco de la rutina del profesor.

Es común oír a los profesores que tanto reclaman de los bajos sueldos, de los alumnos que no se importan con los contenidos que pasamos, con los padres de alumnos que acaban con nuestra sanidad etc. Claro... la verdad es que no somos tan valorados como deberíamos ser. Al fin y al cabo, somos los responsables por la formación intelectual de niños hasta mayores. Sin embargo, eso es visto como un trabajo maternal... aunque nos llamen de "tía". Sinceramente, acabamos creando lazos tan afectivos con algunos (muy pocos) alumnos, que sí... acabamos cuidándolos como si fueran de nuestra familia. Pero eso no es suficiente para adquirir el respeto y cariño de los demás. Además, no influencía en el aumento de mi salario.

Hay unos que dicen que el profesor no gana tan mal... sin dudas no gana bien. Lo que más me mata como profesora es hacer y corregir pruebas, dar grados. No sé... me da una gana de llorar, de matar al alumno. Porque son cosas que sabemos que ellos saben y los tontos insisten en errar. #hijop...

Lo peor es todo el trabajo que tenemos de leer palabra por palabra y señalar los errores. A veces me dan ganas de no hacer evaluaciones formales... jajajaja... pero las instituciones no me dejan así hacerlo. ¬¬
Así paso años de mi vida corrigiendo... el precioso tiempo que podría estar dedicándome al ocio. =p

De niña quería ser profe. Después, sabiendo de esa vida tan loca, cansativa y desvalorada que tiene el profesor, desistí. Pensé en hacer ingeniería química: vivir aislada en un laboratorio, oler a ácidos y ganar mi dinero. Pero la vida no quiso así (mejor dicho: Dios no quiso así): descubrí encantadoramente la carrera docente y me enamoré. Ahora sé que nací para eso y que no sé hacer otra cosa si no enseñar.

=D 

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